Comentarios de clientes

Marcos, 25 años: Cuando fui a terapia tenía una gran confusión sobre aspectos importantes de mi sexualidad y mis relaciones de pareja. La posibilidad de hablar con un profesional, de compartir preocupaciones que me provocaban mucha vergüenza e inseguridad y la forma en que la terapia me ayudó a clarificar mis ideas y sentimientos me resultó una ayuda enorme.

Montse, 48 años: Mi hija adolescente me resultaba imposible de manejar. La relación con ella era cada vez más tensa y distante. Las peleas y discusiones eran constantes. La terapia constructivista me ayudó a comunicarme con ella de otra forma. Además entendí mejor su punto de vista gracias a algunas sesiones conjuntas. Aún tenemos dificultades, claro, pero creo que gracias a la terapia las enfrentamos de forma más constructiva y tranquila.

Ángeles, 40 años: Mi vida había perdido el rumbo completamente. La crisis económica me estaba obligando a bajar de nivel de vida de forma radical. La presión de mi ex marido sobre mi hijo de 16 años dificultaba enormemente mi relación con él. Todo parecía recaer sobre mi y yo me sentía completamente sola y desamparada. Las sesiones de terapia me ayudaron a darme cuenta de que mi construcción de la situación me complicaba las cosas tanto o más que la situación en sí misma. Aprendí a pedir ayuda, a valorar cosas más importantes que lo material… No creo que sin la terapia me hubiese podido llegar a dar cuenta de muchas cosas de mi misma y de la influencia de mi pasado sobre mi que ahora sé y me ayudan.


Rosa, 28 años: Había tenido problemas serios de adicción, si bien ya estaba superándolos cuando fui a terapia. La terapia constructivista me sirvió para consolidar los cambios que ya estaba haciendo por mi cuenta y para poner en orden mi vida. Me di cuenta de que había muchas cosas que habían quedado afectadas por mi adicción… mi relación de pareja, mi trabajo, mis relaciones familiares… Creo que sin la terapia hubiese sido muy difícil reconstruir tantas cosas. ¡No hubiese sabido ni por dónde empezar!

Antonio (70 años) y Mª Teresa (67 años): Nuestra relación de pareja era una lucha constante por el poder. Ahora nos damos cuenta de que estábamos arruinando una etapa de nuestras vidas que ya era bastante complicada. Discutíamos todo el tiempo por diferencias menores y dábamos una imagen de desunión a nuestros hijos que les estaba afectando. Luego diagnosticaron a la pequeña de un problema médico crónico y se hizo evidente que necesitábamos terapia. Nos alegramos de haber decidido pedir ayuda, las sesiones de pareja y algunas de terapia familiar conjunta nos ayudaron enormemente a clarificar nuestra meta más relevante: seguir juntos. La vida puede no ser fácil en según qué condiciones, pero ahora al menos no lo complicamos todo con desavenencias añadidas.

Mireia, 37 años: Mi trabajo como enfermera me representaba una fuente de estrés insoportable. Supongo que estaba “quemada”… Me encontraba mal, deprimida, tenía dolencias físicas que no sabía explicarme… Gracias a la terapia me di cuenta de que mi trabajo ocupaba en mi vida un papel tan central que prácticamente no tenía nada más. Bueno, sí que lo tenía, pero no lo valoraba. Aprendí a autorregular mi descontrol emocional y a repartir mejor de dónde obtengo mi sentido de mi misma… a dónde pertenezco…

Marta: A mis 79 años ya no esperaba mucho de ir a terapia, pero la verdad es que valió la pena. Yo no nací en España, vine aquí por el trabajo de mi marido hace años y la verdad es que hay muchas cosas que me dificultaban adaptarme del todo y no desear volver a mi país. Eso me estaba provocando ansiedad constante, y hacía que postergase muchas cosas importantes para mi y que me hacen sentir bien. Lo que más valoro de la terapia constructivista es que me transmitió en todo momento la convicción de que nunca es tarde para cambiar y, es más, me dio la energía para hacer esos cambios y el espacio para planificarlos y revisarlos.

Sara (17 años): Yo no hubiese ido a terapia por mi misma porque soy demasiado orgullosa para reconocer que tenía problemas. En realidad fueron mis padres quienes insistieron, pero me fue muy bien que el terapeuta me viese a mi sola. Pude hablar con él de cosas que no les hubiese dicho a mis padres, y la terapia me ayudó a entender muchas cosas importantes y a pensar qué quería hacer con mi vida. Me dio una visión muy diferente del tema de mi imagen corporal, y eso me ayudó a sentirme mejor conmigo misma… ahora me siento menos insegura, más capaz de ser yo misma. Sé hacia dónde quiero ir en los próximos años y lo voy a intentar. Además, gracias a que la terapia me ayudó a entender cosas importantes de mi, ahora ya no me siento tan a merced de mis emociones negativas. Sé mejor cómo manejar la tristeza, la rabia y la frustración que antes sentía casi todo el tiempo.