sábado, 15 de septiembre de 2012

Disease Mongering: las píldoras de la felicidad

El 22 de Julio de 2001 El Pais se hacía eco del curioso caso de la "ansiedad social" en Estados Unidos. Según informaba el diario, basándose en un reportaje original de Sankar Vedantam en el Washington Post, si bien entre 1997 y 1998 sólo hubo 50 menciones a la "enfermedad" en los medios de comunicación norteamericanos, en 1999 (sólo un año después) se habló de ella más de mil millones de veces. Sí, habéis leído bien: MIL MILLONES.

¿Estábamos ante una epidemia sin precedentes? No exactamente; se trataba de una campaña publicitaria perfectamente orquestada por una agencia de Nueva York para preparar las súperventas del que (según la misma agencia se encargaba de mencionar en cada noticia) era el "único medicamento aprobado por la FDA" para tan extendido "síndrome". El número de "afectados" se llegó a cifrar en cien millones de personas, convirtiéndose de golpe (recordad, menos de un año) en el tercer trastorno mental en cuanto a su incidencia en la población americana.

La agencia neoyorquina, por si alguien aún lo duda, no trabajaba para ningún colectivo de pacientes o de profesionales de la salud mental, sino directamente por encargo del laboratorio farmacéutico que fabrica el medicamento, cuyas ventas aumentaron un 18% al verse propulsado de un antidepresivo de uso más bien modesto (por detrás en ventas de los dos más conocidos) a un fármaco para el "tratamiento" de un "trastorno" que aparentemente afectaba a tantísima gente.

Tal estrategia suscitó el acertado comentario de Carl Elliot (bioético de la Universidad de Minnesota especialista en filosofía de la psiquiatría) de que los laboratorios habían dejado de buscar nuevos fármacos para enfermedades existentes y ahora se dedicaban a buscar nuevas enfermedades para los fármacos existentes. Tal estrategia hizo tanta fortuna que incluso recibe un nombre propio en inglés: disease mongering.

El caso hizo correr ríos de tinta y se esgrimieron multitud de argumentos poco convincentes y más bien defensivos en contra de la sensación generalizada de que se trataba de una campaña de ventas sin precedentes basada en la creación y difusión de una patología con el único interés de promocionar el fármaco para su supuesta curación.

Pues bien, 11 años después, El Pais se hace eco de nuevo de cómo ha seguido esta rocambolesca y preocupante historia. La compañía fabricante del fármaco en cuestión (junto con otra que había seguido una estrategia idéntica con otro) ha accedido a pagar "multas astronómicas por haber incurrido en graves malas prácticas en la promoción y venta de medicamentos. Ambas compañías se han reconocido culpables y han aceptado sendos acuerdos extrajudiciales para evitar males mayores, en el caso de que los procesos que se seguían contra ellas llegaran a juicio. Las malas prácticas reconocidas incluyen vender medicamentos para patologías en las que no están indicados, pagar a los médicos dádivas y sobornos para que los prescriban y, lo que es más grave, ocultar la existencia de efectos adversos." Ya véis que no es una cuestión menor.

Como podréis comprobar en la noticia de El País, la primera de ambas compañías tendrá que pagar una multa de 2.400 millones de euros "por haber promovido durante años la prescripción en menores de un antidepresivo autorizado únicamente para adultos por los efectos adversos demostrados en pacientes jóvenes; por haber indicado otro medicamento para procesos en los que no tenía actividad terapéutica demostrada, como la obesidad o la disfunción sexual; y por haber ocultado que uno de sus medicamentos más vendidos, aprobado para tratar la diabetes, aumentaba el riesgo de afección cardiaca."

Leed las noticias originales en los links al final de esta entrada porque no tienen desperdicio. Todo este asunto, y los que nos quedan por ver dado que la estrategia de disease mongering se sigue utilizando, resulta especialmente sangrante en un momento de crisis económica mundial y ante la evidencia de la eficacia de la psicoterapia (ved las entradas sobre este tema en el blog).

Mientras a la opinión pública le siga llegando la idea de que cualquier problema humano es (o deriva en) una patología mental de origen orgánico y con un tratamiento farmacológico asociado se seguirá considerando la psicoterapia, que no deja de ser una curación por la palabra, como una auténtica superchería o en todo caso una solución menor o superficial para privilegiados.

Lamentable. Y no lamentable por intereses corporativistas, sino por el daño que se hace al privar a muchas personas de la que podría ser una ayuda eficaz, efectiva y eficiente a su sufrimiento… además por supuesto de porque tal concepción simplista y desfasada va diametralmente en contra de lo que la investigación rigurosa y alejada de intereses económicos sospechosos demuestra una y otra vez.

NOTA MENTAL: Quizá parte de nuestro trabajo como psicoterapeutas consista en transmitir a la sociedad la evidencia de que los recursos para la solución de los problemas objeto de la psicoterapia provienen de cambios en aspectos emocionales, cognitivos, conductuales y relacionales cuya movilización no es siempre ni únicamente farmacológica. Tenemos esa evidencia disponible a partir de nuestra práctica clínica diaria y de los datos de las investigaciones sobre psicoterapia… haría falta difundirla.

El artículo de 2001 aquí: http://elpais.com/diario/2001/07/22/sociedad/995752801_850215.html
Y el de este mes de Julio aquí: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/07/09/actualidad/1341863741_294998.html

sábado, 8 de septiembre de 2012

Vivir y narrar... en la nube

Kierkegaard se hacía eco de la máxima socrática según la cual "una vida no examinada no es digna de ser vivida". Sin duda la frase es ligeramente exagerada… cualquier vida vale le pena aunque no sea examinada, pero probablemente todos estaríamos de acuerdo en que una vida reflexiva es más rica, profunda y significativa que una carente de esa reflexividad.

En este sentido, el uso de diarios y narrativas personales para fomentar esa reflexión continua ha sido un puntal de las tradiciones de terapia narrativa y constructivista desde hace décadas, y una revisión de ellas, siquiera breve, iría mucho más allá de las pretensiones de una entrada en un blog.

Lo que pretendo aquí es dar algunos consejos prácticos sobre cómo integrar los medios a nuestra disposición actualmente, especialmente los procedentes de las tecnologías de la información y la comunicación, a la fascinante aventura de "vivir mientras se narra y narrar mientras se vive" (en palabras de Bertha Mook).

Las ventajas de dichas tecnologías sobre un diario en papel (por ejemplo la clásica Moleskine de Chatwin, Hemingway o Picasso) son su mayor ubicuidad, sincronización, automatización, perdurabilidad digital, capacidad multimedia, e incluso que pueden resultar más divertidas y creativas (y por tanto más motivadoras) al permitir integrar tal variedad de contenidos posibles. Sin embargo... ¡por nada renunciaría a mis Moleskines!; se complementan perfectamente con medios digitales y añaden una dimensión estética y sensorial inigualable.

En esta entrada utilizo el término "nota mental" (mi homenaje personal al mítico Parker Lewis, por supuesto) en el sentido keliano de "evento", es decir, para referirme a un acontecimiento que marca una diferencia en nuestra experiencia y cuyo significado depende de un proceso de construcción. Ejemplos de eventos en este sentido constructivista podrían ser una frase leída en un cartel publicitario al pasar frente a él y que parece sorprendentemente dirigida a nosotros, una música que nos emociona especialmente en un momento, una escena de una película, una imagen captada durante el día a día, un pasaje de una novela, un fragmento de conversación con un amigo, un contenido de una web… Teniendo en cuenta la multiplicidad de medios por los que accedemos actualmente a la información, las posibilidades son casi ilimitadas. De hecho en muchos casos puede no tratarse de un evento tan formalizado como en los ejemplos anteriores, sino de una experiencia preverbal casi no simbolizada: un aroma, un recuerdo fragmentado pasajero, una intuición no del todo formada o expresable en términos comprensibles o, por ponerse poético, una mirada o un beso.

Cualquiera de esos eventos, o más bien nuestra construcción de ellos, se puede registrar mediante la asignación de una entrada, una "Nota Mental", en un diario; ya sea con palabras (que, recordemos, no tienen porque configurar un discurso perfectamente coherente y acabado) o mediante una imagen o un archivo de sonido.

Evernote es un excelente bloc de notas digital que permite guardar todo tipo de información (texto, imágenes, vínculos, páginas web…) indexada y ordenada en libretas. Por ejemplo, se puede crear una libreta en Evernote y llamarla "Diario", "Narrativa Personal" o el nombre que más nos motive para que sirva de repositorio de todas las notas mentales que vayamos generando. De esta manera podemos ir almacenando reflexiones personales, fotografías, música, enlaces con webs o fragmentos de ellas o de hecho cualquier tipo de evento significativo sobre la marcha. Además podemos hacerlo tanto desde un ordenador (yo soy un fan de Apple, así que os recomiendo un Mac) como desde un iPad o un iPhone… bueno, cualquier tablet o smartphone pero ya he reconocido mi parcialidad por Apple. Las notas quedarán organizadas por fecha y podremos hacer búsquedas por cualquier palabra clave que contengan mediante el buscador de Evernote. Como en la mayoría de aplicaciones, se pueden asignar etiquetas a las notas para facilitar su organización, clasificándolas por ejemplo por estados emocionales, lugares, personas relevantes…

Para identificar y almacenar música que nos afecte en un momento dado (creando una especie de banda sonora personal de nuestra vida) se puede utilizar, por ejemplo, Soundtracking. La aplicación identifica la música que está sonando (igual que otras como la famosa Shazam) o busca los temas que le indiquemos y los comparte en una red social propia además de permitirnos conectar a nuestra cuenta de Twitter, Foursquare o Facebook, con la ventaja de que anexa un fragmento del tema que compartamos, de forma que se convierte en un archivo sonoro de las músicas que marcan nuestro día a día.

Twitter como herramienta de microblogging también puede ser la base para registrar y compartir eventos que podemos sincronizar para que sean anexados a la libreta "Diario" de Evernote mediante la asignación de un hashtag (por ejemplo #hoy o #diario) mediante los servicios de la web IFTTT (If This Then That). La limitación de los tweets a 140 caracteres puede ser en este caso una ventaja, dado que nos obliga a ser sintéticos y condensar el significado de lo que queremos expresar.

La tan de moda actualmente Instagram permite subir a la red inmediatamente las imágenes que captemos desde la cámara de nuestro smartphone o, de hecho, desde cualquier otra con unos pasos más. La posibilidad, de nuevo, de indexarlas y asignarles etiquetas nos permite una organización y capacidad de recuperación ordenada excelente. 

Por último, para registrar y compartir nuestra ubicación cada vez que visitemos un local o cualquier sitio digno de mencionarse podemos recurrir a Foursquare. La aplicación permite dejar constancia de nuestra visita, hacer comentarios sobre nuestra experiencia, anexar fotos y, por supuesto, etiquetar e indexar la nota mental y compartirla por vía de otras redes sociales.

El diario así generado se irá componiendo de notas mentales en formato multimedia que podemos luego, semanalmente por ejemplo, ordenar, clasificar, estructurar, indexar… con la intención de darles sentido y de reflexionar sobre el material que compone nuestra experiencia vivida.

¿Qué ventajas puede tener esto?
  • Llevar un diario puede ayudarnos a aclarar nuestros sentimientos, en ocasiones ignorados durante el frenesí del día a día. Al obligarnos a parar y reflexionar es casi inevitable que tenga ese efecto. Aclararlos puede a su vez ayudarnos a dejarlos pasar, como es práctica habitual en las tradiciones que emplean la conciencia plena como forma de autorregulación emocional. Por ejemplo, al escribir sobre un episodio aparentemente banal de nuestro entorno laboral ese día nos damos cuenta de hasta qué punto no sólo no ha sido banal sino que en él se ha producido un comentario que ha lastimado profundamente nuestros sentimientos. Esa conciencia nos lleva, un par de días después, a darnos cuenta de que nuestros sentimientos se lastiman con facilidad y de que quizá deberíamos apegarnos menos a una construcción rígida de cómo deberían ser los que nos rodean para así evitar que cualquier experiencia se convierta en una fuente de invalidación para nosotros.
  • Nos puede también ayudar a tomar conciencia de nuestro punto de vista y de su relatividad. Quizá ese efecto no sea inmediato, pero al cabo del tiempo la relectura de alguna de las entradas puede hacernos conscientes de hasta qué punto estábamos impregnados de la posición que ocupábamos en el sistema del que se tratase. Por ejemplo, tras unos meses de imposibilidad de descentrarnos de nuestro punto de vista en un conflicto de pareja de repente nos hacemos conscientes de sus alternativas debido a una conversación con una amiga que nos explica su situación y resulta ser la opuesta exactamente a la nuestra. Al releer las entradas de ese período se nos aparecen como más egocéntricas y estrechas de miras de lo que pensábamos inicialmente.
  • Nos puede hacer conscientes de que nuestra vida tiene un gran mérito. Un mérito sin duda personal, privado, muy nuestro, pero mérito al fin y al cabo. Cuando el diario va creciendo, se va haciendo evidente lo que los psicoterapeutas sabemos por experiencia: que cualquier vida humana es una gran aventura merecedora de un enorme respeto y admiración sólo por el hecho de que se desarrolle.
  • Nos puede servir como herramienta para ganar autoconciencia. A pesar de que en general creemos conocernos bien, hay aspectos de nosotros mismos que salen a la luz con el contraste del tiempo. Si ese contraste nos pasa por alto puede que no seamos conscientes de ellos. Por ejemplo, revisando los detalles de dos situaciones conflictivas en nuestras relaciones interpersonales, una del pasado y otra actual, nos damos cuenta de que nuestra posición en ambas ha sido mucho más similar de lo que creíamos. En las dos hemos actuado de forma reservada y reticente por miedo a sobreimplicarnos. Eso es algo que no sabíamos antes, y que nos hace reflexionar sobre aspectos nucleares de nosotros mismos.
  • Nos puede servir de legado. ¿A quién no le hubiese gustado poder leer el diario, por ejemplo, de su abuelo o abuela? Seguro que lo de menos sería su calidad literaria; lo realmente relevante hubiese sido poder acceder a las vivencias y sentimientos de una persona que es una parte integrante y definitoria de nuestro propio pasado. Esa posibilidad está ahora en nuestras manos: podemos compilar nuestra propia narrativa vital como legado para las generaciones que nos seguirán.


Keri Smith, en su encantador libro How to Be an Explorer of the World: Portable Life Museum incluye una lista de 13 consejos para tener una perspectiva diferente de la experiencia cotidiana que pueden enriquecer considerablemente el "material" del que se compone nuestra narrativa diaria, nuestras notas mentales:
  • Mira siempre (date cuenta del suelo bajo tus pies).
  • Considéralo todo como si estuviese vivo y animado.
  • Todo es interesante si lo miras con detalle.
  • Cambia de camino a menudo.
  • Observa durante períodos largos… y también cortos.
  • Sé consciente de las historias que te rodean en todo momento.
  • Date cuenta de los patrones, establece conexiones.
  • Documenta tus hallazgos (con notas de campo) por medios diferentes.
  • Incorpora la indeterminación.
  • Observa el movimiento.
  • Crea un diálogo personal con tu entorno. Habla con él.
  • Rastrea los orígenes de las cosas.
  • Usa todos tus sentidos en tus exploraciones.


Poner la experiencia en lenguaje es darle sentido; en ese proceso nos construimos a nosotros mismos en relación, a la vez que construimos dicha experiencia. En gran medida es un proceso profundamente emocional. El poder del lenguaje sobre las emociones sigue demostrándose sorprendente. Dos estudios recientes (ver una revisión aquí: http://www.psychologicalscience.org/index.php/news/releases/language-and-emotion-insights-from-psychological-science.html) han demostrado que poner palabras a una experiencia que nos atemoriza mientras nos sucede reduce la sensación de miedo y ayuda a llevar a cabo conductas de enfrentamiento. En este caso, las personas con fobia a las arañas que iban narrando su experiencia de exposición a ellas eran más capaces de controlar sus niveles de activación emocional y de llevar a cabo la exposición que las que no. En el segundo estudio que mencionaba se ha demostrado que narrar las experiencias (sean positivas o negativas) en una forma verbal que las acote al pasado limita su efecto emocional sobre nosotros, mientras que narrarlas con formas verbales del presente lo mantiene.




NOTA MENTAL: Documentar, reflexionar, narrar... para dar sentido a una existencia que sino resulta absurda e incomprensible. Para ayudar a que (en palabras de Kelly) el pasado se asome al futuro a través de la ventana del presente.