viernes, 24 de agosto de 2012

¡Expresa tus emociones!... Quizás a veces mejor que no...


La idea de que expresar nuestras emociones a los demás es casi invariablemente sano y terapéutico tiene un gran sentido común cultural en occidente, y es más que probable que entronque con las tradiciones que equiparan lo contrario a "represión" y por lo tanto a múltiples efectos negativos.

Sin embargo no en todas las culturas tiene el mismo sentido, y en uno de sus intercambios con Daniel Goleman, el Dalai Lama le sorprendía diciéndole que a los niños tibetanos se les enseña a NO expresar sus emociones negativas (cólera, enojo, rabia, celos, frustación...) y a extinguirlas precisamente como consecuencia de no exprersarlas ni actuar basándose en ellas. Decía el Dalai Lama que de esa forma, aprendiendo desde niños, llegan a no sentirlas. Por supuesto esto último, por extraño o absurdo que nos parezca, tiene toda la lógica desde una tradición budista basada en dejar que este tipo de emociones perturbadoras se consuman "en el fuego de la conciencia plena" como decía Kabat-Zinn.

Es difícil exportar directamente prácticas de culturas basadas en presupuestos tan diferentes, con lo cual es posible que no resulte sensato (ni viable) recomendar que enseñemos sistemáticamente a nuestros niños a partir de ahora a no expresar sus emociones--las negativas al menos.

No obstante, sí me parece importante una reflexión: si bien las emociones (también las negativas) son una fuente privilegiada de conocimiento sobre nosotros mismos, esa función no lleva necesariamente a actuar basándose en ellas.

La expresión de una emoción como el enfado, bien entendida, llevaría a (a) tomar conciencia de ese enfado y de su raíz, por ejemplo la decepción por la insatisfacción de lo que considerábamos una necesidad básica y (b) hacérselo saber a quien corresponda, probablemente con la intención de obtener un cambio en la relación, no sólo de "ventilar" nuestro enfado (otra metáfora culturalmente muy nuestra). Eso tendría más bien el aspecto de la típica comunicación asertiva de los manuales de habilidades sociales: "Quiero decirte que lo que has hecho me ha decepcionado y que me ha hecho sentir que no puedo confiar en tí tal como necesitaría hacerlo". Dicho así es muy posible que derive en un diálogo constructivo y restaurativo de la relación--al menos en principio, claro, las cosas se pueden siempre desviar del camino recto según como escale la conversación... pero en el fondo evitarlo vuelve a ser cuestión de "más de lo mismo": asertividad y conciencia plena.

El problema no está pues en "expresar las emociones", sino en lo que resulta más habitual--todos sabemos que poca gente habla como en el párrafo anterior, ¡especialmente cuando está expresando enfado! Y lo que resulta más habitual es que junto a esas emociones, y llevados absolutamente por ellas, expresemos toda una serie de opiniones, prejuicios, resquemores, descalificaciones, rencores y argumentos personales que conseguirán no sólo incrementar la intensidad de la emoción inicial sino no resolver nada y dejar la relación en peor estado del que estaba. Efectivamente, como dice una conocida frase: "habla cuando estés indignado y tendrás un excelente discurso del que arrepentirte".

Así que en algunas ocasiones es muy posible que sea más sensato no expresar lo que sentimos... al menos no de la forma en que se entiende habitualmente, que suele ser mediante un enfrentamiento directo y confrontativo. En esos casos, algunos consejos más prudentes y terapéuticos pueden ser:


  • Alejarse de la situación que ha provocado esa emoción negativa en la medida de lo posible: no podremos reflexionar serenamente mientas estemos inmersos en ella. Ya nos enfrentaremos a ella (si es necesario) cuando estemos en un estado que nos lo permita y, además, provistos de una mayor conciencia y serenidad... que es lo único que garantiza que no se producirá una escalada de nuevo.
  • Pensar, pensar y pensar. Por ejemplo:
    • ¿Qué me ha hecho sentir así?
    • ¿Qué necesidad, creencia o meta básica está siendo invalidada como para que me lleve a esta reacción emocional?
    • ¿Hasta qué punto lo que ha pasado es tan grave como para que realmente esa meta, creencia o necesidad haya quedado invalidada?
    • Si es así, ¿cómo puedo reconstruir mi sistema de necesidades, creencias y metas para seguir adelante?
    • ¿Qué necesito para ello?
    • ¿Quién o qué me puede ayudar en ese proceso?
    • Si parto de la base de que la vida no nos tiende trampas sino que nos da lecciones ¿qué me enseña lo que ha pasado y lo que estoy sintiendo?
  • Anotar nuestras refexiones en un diario o narrativa personal para no olvidarlas.
  • Hablar con quien nos pueda ayudar a elaborar lo anterior, pero evitar el discurso rumiativo y circular que al final sólo servirá para ahondar en la herida en lugar de sanarla.
  • Tener paciencia con nosotros mismos. Todo lo anterior no es una exigencia, sino una meta a la que llegaremos cuando sea el momento, ni antes ni después. Como dice el Tao: la naturaleza no se da prisa y sin embargo lo consigue todo. Seamos naturales pues.
¡Feliz y sereno viernes!

NOTA MENTAL: Expresémonos... pero tengamos en cuenta que las palabras que elegimos nos configuran a nosotros y a nuestras relaciones. Las palabras pueden construir un mundo más hermoso... o pueden causar heridas que cueste años sanar. Expresar las emociones no es una "licencia para matar" ni una legitimación cultural del egocentrismo--o al menos no debería serlo.